«Este año sí, mañana me apunto para entrenar”. Muy probablemente esta es una de las promesas más escuchadas en Año Nuevo. Pasa un mes y otro y estamos a medio año y nada, sigo con la intención de «el lunes ya». Lo único que verdaderamente te hará hacer ejercicio es la motivación interna. Ya que el trabajo, las prisas, el poco tiempo libre… son de sobra conocidos como problemas o excusas para no hacer ejercicio. Y también cómo pesa en la conciencia dejarse llevar por la pereza o la frustración que nos supone no alcanzar lo objetivos.
¿Qué podemos hacer para mantener la motivación interna?
El empujón inicial está claro: hacer deporte es necesario para la salud. Estudios como el del British Journal of Sports Medicine relacionan la falta de actividad física con hasta un 9% de las causas de muerte a nivel mundial. Esta institución británica cuenta que casi la mitad de las personas mayores de 60 años no practican deporte. Muchos de ellos no creen que sea necesario ejercitarse. La publicación subraya la respuesta ante esta creencia: la inactividad física se sitúa entre los 10 principales orígenes de muchas enfermedades.
Los factores para la motivación
Pero a veces, por muy claros que tengamos los beneficios de hacer deporte, la pereza nos gana. En cuestión de prioridades, acabamos sin encontrar el momento para hacerlo ¿Cómo acabamos con esta falta de motivación interna?
“Hay dos factores determinantes: tener claro el objetivo y el nivel de intensidad que se tiene para conseguirlo”, cuentan los expertos. La motivación más fuerte y duradera es la que surge del interior de las personas. La externa, cuenta, no siempre funciona: Si en el nuevo año alguien se propuso hacer ejercicio físico y no ha vuelto a pisar una pista de entrenamiento es posible que las razones sean externas. Son personas que piensan: ‘quiero tener mejor imagen’, ‘quiero que los demás me vean fenomenal’ o ‘voy a tener un cuerpo como el de antes.
Las motivaciones que surjan del interior serán las efectivas. «Hacer ejercicio me da energía y soy más activo». «Me siento mucho mejor» o «Disfruto esforzándome y viendo mis avances’”. De este modo, se evita la fatiga mental, mucho más dura que la física. Es evidente que si haces un deporte extremo acabarás agotado físicamente. Pero en la mayoría de las ocasiones se puede hacer un último esfuerzo, una última serie, y esto tiene que ver con la mente.
Trucos para la motivación interna
Para dar un empujón a la motivación interna, hay algunos trucos recomendados por muchos entrenadores como dejar de compararse con los otros, ponerse metas reales o entrenar con un compañero.
La motivación también pasa por pequeños propósitos y retos en el día a día, ya que existen algunas actividades en nuestra rutina que se pueden incorporar para hacer ejercicio sin apenas darse cuenta y que nos favorecerá físicamente.
Empezar con calma, clave para convertir la intención en hábito
Si nunca hemos practicado deporte y queremos empezarnos a cuidar, más vale tomárselo con calma. Es conveniente realizar un reconocimiento médico para asegurarse de la conveniencia de practicar ejercicio físico. Hay que empezar de forma progresiva: Si por ejemplo es una actividad aeróbica habrá que empezar con poco tiempo, poca intensidad y pocos días a la semana y posteriormente ir aumentando el tiempo, la intensidad y el número de días.
A la hora de escoger el tipo de actividad, las opciones son interminables y tampoco entienden de edades. La clave, es escoger en función de nuestra capacidad física. Hay personas de 70 años que corren maratones o nadan todos los días y otras para las que salir a pasear 20 minutos al día es todo un reto. En función de sus hábitos y capacidades pueden realizar ejercicio aeróbico ligeros como pasear, correr, nadar, montar en bicicleta.
Ante tal abanico de posibilidades, podemos reconvertir un conocido refrán en “para gustos, ¡los deportes!”.